Después de lo que conté en los dos capítulos anteriores, lo que empiezo a escribir ya es fruto de mi curiosidad.
La historia del Padre Chifri (Sigfrido Moroder) me terminó interesando, después de encontrar tanto material, más por cómo logró sus objetivos, que por el resultado: la gran obra que hizo. Generalmente vemos grandes misioneros (religiosos o laicos) que se ponen una meta, pero no sabemos cómo las alcanzan y cuál es su mecánica. Acá se encuentran caminos simples, transitados con humildad pero con una gran inteligencia organizativa y mucha creatividad y respeto con la cultura del lugar.
Llegó a Salta, desde su Buenos
Aires natal, en el año 1999, destinado a la Parroquia Santa Rita de
Rosario de Lerma donde se ofreció como misionero siguiendo su
vocación social.
Dirigió sus esfuerzos a la zona más
postergada, a la Quebrada del Toro, allí conoció la dureza de la
vida en los cerros, caracterizada por la soledad, la quietud,
localidades aisladas unas de otras, vecinos dispersos a más de 6
horas a pie unos de otros. Una vez instalado en su función, el padre
se dedicó a recorrer distancias, dándose a conocer entre los
vecinos. Esos fueron sus primeros pasos para unir la comunidad que
comenzaba a recibirlo. Conectó, a través de una emisora de radio, a las 18 escuelas
de los pueblos, que hasta ese momento se encontraban incomunicadas: a 3.700
metros de altura sobre el nivel del mar, sin señal de celular y a horas de
caminata entre las casas. Convirtió un viejo ómnibus en El colectivo de los sueños, que
equipó con material didáctico y deportivo, con juguetes,
instrumentos musicales y hasta un televisor y un castillo inflable.
Con ese colectivo recorría las escuelas de la región llevando alegría por la Quebrada.
Chifri trataba de paliar en la medida de
sus posibilidades, las necesidades de los pobladores, “sólo a
partir del vínculo se puede hacer algo realmente útil”, esa frase
que pronunciaba definía su modo de obrar, en el lugar y yendo a
buscar a la gente, y no desde una oficina.
Eso lo involucró
directamente en el principal problema de la zona,
la migración
provocada por las escasas perspectivas de mejorar las condiciones de
vida. Su misión fue lograr que encuentren en su tierra y en su
cultura los medios para desarrollarla.
Lo que hizo el padre fue
llevar una economía rural desorganizada, a otra rural y organizada.
El cooperativismo fue su herramienta, además del innegable carisma.
Esa organización del trabajo comunitario, lo llevó a
desarrollar la Fundación Alfarcito, nombre elegido en referencia a
los fardos de alfalfa, uno de los cultivos de gran importancia en la
zona, y que Chifri enarboló como símbolo de la fuerza que otorga la
unión, la cooperación y el trabajo en equipo. Como reza un cartel
en el centro que construyó: “
uno solo es quebrantable; unidos no
lo son”.
Los grandes logros de ese desarrollo comunitario que
impulsó Chifri, son los de
unir a las 25 comunidades y las 18
escuelas de la Quebrada del Toro, conectarlas para buscar fines
comunes.
Cuántas veces hemos dicho: inteligencia es qué se hace con los elementos con los que se cuenta?. El Padre Chifri les creó industrias de lo que ellos sabían hacer.
No los limosneó, les enseñó a desarrollarse.
El padre, con gran visión, impulsó proyectos de
desarrollo como el Centro de Artesanos Alfarcito, a 2500 metros sobre
el nivel del mar, donde aún hoy se
reúnen los artesanos de la
región para vender sus trabajos al público sin intermediarios, los
proyectos con
capacitaciones para que los jóvenes y adultos puedan
recuperar tradiciones manuales, agrícolas y ganaderas propias
de su cultura, los
invernaderos de altura que colaboran aún hoy al
sustentó de las escuelas primarias, a las que también asistió con
alimentos, vestimenta y útiles,
un sistema de becas, para que los
chicos de los cerros puedan continuar el secundario, y, la
gestión, construcción y puesta en funcionamiento del
primer colegio
secundario albergue del noroeste argentino.
Cuenta Alfredo Leuco que "utilizaba sus impresionantes condiciones y experiencias como
deportista para moverse entre los cerros en parapente y ganar tiempo en sus
visitas a los distintos pueblitos. Los habitantes de esos cerros salteños,
necesitados de todo, se acostumbraron a ver llegar al cura desde el cielo,
aterrizar con su parapente y persignarse en un mismo acto".
En el
2004, en plena tarea, tuvo un accidente que amenazó con interrumpir
su labor. Aventurero por naturaleza, se encontraba recorriendo los
cerros de la Quebrada del Toro, en un parapente, el viento le
jugó una mala pasada, y cayó. Su relato del accidente es otra
muestra de la sencillez con que vivía "pensé en integrar mi
actividad pastoral con lo deportivo y tenía más de 200 vuelos
cuando me embolsó un remolino y caí 40 metros en picada" dijo.
Finalmente como resultado de aquel accidente quedó en silla de
ruedas y desde la cama de la internación ya pedía volver a los
cerros.
El diagnóstico médico era que Chifri no volvería
a caminar, por lo que no era conveniente que regrese a la quebrada.
Pero el sacerdote volvió e instaló un pequeño gimnasio en la
parroquia, donde con mucho esfuerzo y dedicación, logró recuperarse
parcialmente de la parálisis de sus piernas, y andar con la ayuda de
un bastón.
Un grupo de amigo le regaló un cuatriciclo al que
bautizó “el burro rojo”. Gracias a éste pudo volver a
recorrer las grandes distancias de la Quebrada del Toro. La voluntad
del sacerdote, le daba un nuevo logro personal.
En el
2010, inauguró el primer Colegio Secundario Albergue “en el
cerro y para el cerro”, como él lo definía. Esta iniciativa
permite que los jóvenes completen sus estudios en su tierra y cerca
de su familia. Cuenta con orientaciones que los preparan para
desarrollarse profesionalmente en materia agropecuaria, artesanal,
turística, construcción regional y tecnología solar. En el 2010,
recibió el premio y la bandera de Argentina Solidaria de ese año,
por su labor, por la creación de la Fundación Alfarcito y el
desarrollo comunitario de comunidades aborígenes en Quebrada del
Toro.
"El Alfarcito es el reflejo de lo más lindo del ser humano", dijo un camionero que se terminó radicando en el lugar.
Iba a terminar acá pero sigo encontrando material increíble. NO LO HIZO EL ESTADO, una persona con utopías realizables, empeño, constructivamente, sin revoluciones, sólo con trabajo, pudo lograr mucho más.
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