Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro domador para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los de los halcones estaba perfectamente educado, pero que el otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada al palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey mandó llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil.
Publicó por fin un edicto entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente entre los jardines.
Tráiganme al autor de este milagro, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino. ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿eres mago,acaso?.
Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo explicó:
-No, fue difícil, su Alteza, solo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar".
Autor anónimo.
Nosotros no tenemos una rama en nuestros pies, tenemos una viga. Nadie nos va a cortar la rama. Comencemos por tener un sueño y comprometámonos para alcanzarlo. Nada nos va a aparecer por casualidad.
Sepamos cambiar a tiempo.
La vida nos requiere para volver a empezar.
5 jun 2009
No hay utopías sin compromisos
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 9:04 p.m.
Etiquetas: el halcón que no volaba, utopías
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