"No hay cosa más envilecedora que la envidia. Nadie se atreve a reconocerse envidioso, es inadmisible. No existe la sana envidia, sólo es una broma festejada entre amigos. La envidia nunca se expresa, se mastica en silencio, y se escupe la cizaña con frases cortas.
El envidioso no admite su ambición de poseer lo que tiene el otro, sólo anhela que se destruya esa posesión. El envidioso siempre está a la pesca de alguna oportunidad que le permita degradar al envidiado.
El envidioso quiere que el rico sufra, que le duela su posesión, que se sienta en deuda infinita, que la compasión le agríe el almuerzo.
El investigador en filosofía política Jean Pierre Dupuy sostiene que la envidia pensada universalmente, como un imperativo categórico, lleva a un suicidio colectivo. El envidioso es aquel que prefiere destruir lo propio antes de que se lo apropie otro; esta práctica llevada a cabo in extenso y que lleva a conformar una sociedad de envidiosos, culmina en la destrucción total de los bienes.
Es gracias a la inteligencia de Adam Smith, nos dice Dupuy, que la visión de la sociedad se modificó sustancialmente. Smith afirma que el individuo lejos de ser un ente egoísta, movido sólo por sus propios intereses, motivado por el amor propio y la vanidad... es un ser incompleto, fisurado, necesitado de los demás y dependiente del prójimo. El reconocimiento de esta fragilidad nos obliga a cuidar del otro, a inclinarnos hacia él, a seguir el movimiento de una natural simpatía que sabe lo que ya sabe la naturaleza: sin el otro nada seríamos."
Extraído de "El dolor de ser rico" de Tomás Abraham
http://www.lamujerdemivida.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=299
Pero que los hay, los hay.Díganme si este texto no les hace acordar a algunos contemporáneos nuestros...
19 sept 2009
Sin el otro nada seríamos
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:11 a.m.
Etiquetas: sin el otro nada seríamos, Tomás Abraham
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