Cuando yo era un niño, dice el Dr. Mario Rosen, en mi casa me enseñaron a honrar reglas sagradas:
Regla N° 1: las reglas no se discuten.
Regla N° 2: se debe respetar a papá y mamá
Regla N° 3: No sea insolente. .
Era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar desde el “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa”. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.
Desafiar “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” acerca al borde del universo familiar y permite conocer exactamente los límites si al ser descubierto o denunciado es castigado apropiadamente. Castigo no significa agresión, significa privarnos de algo por un tiempo para conocer los límites.
La travesura y el castigo pertenecen a un mismo sabio proceso: permiten mantener intacta la salud mental. Uno vive en un mundo predecible.
El castigo es una salida terapéutica y elegante para todos, pues aleja al rencor y trasquila a los privilegios. A tal travesura tal castigo. Nunca amenazar con algo que no se pueda cumplir.
Si hay justicia, porque “el que las hace las paga” y hay piedad, porque uno cumplida la condena estipulada es dispensado, la dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tendrá la convicción de que será atrapado tarde o temprano, así que hay que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
La insolencia colectiva, que cuando se rompen las reglas, nadie se hace responsable haciendo lo que se necesita para poner las cosas en su lugar, tiene un solo antídoto: la responsabilidad individual. Ése es el desafío.
Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.
Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y ¡respete la regla!!
Si es un automovilista respete los semáforos, y respete los derechos del peatón.
Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.
¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE?
Dr. Mario Rosen
Interesante reflexión y como decía Roberto Arlt: «El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo» y esa es la única prepotencia que vale la pena.
8 oct 2010
Cada uno con una escoba!!!
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:01 a.m.
Etiquetas: castigo, contención, justicia, piedad, prepotencia de trabajo, protección, reglas, respeto, responsabilidad individual, Roberto Arlt, utopias argentinas
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