29 ago 2011

Una tristeza tan honda que ni nos damos cuenta.

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Una tristeza honda nos invade a muchos argentinos. Tan honda que ni nos damos cuenta.
La democracia se nos escapa de entre los dedos. Tantas ilusiones, tantas esperanzas, tantos sueños… Y la fuimos rifando… Y la fuimos dejando caer… Y esas mismas ilusiones nos fueron minando la capacidad de construirla, legalmente, coordinadamente, básicamente. Y fuimos perdiendo la voluntad de defenderla. Y nos pusimos a masticar frustraciones.
Como dice el personaje de “El mismo amor, la misma lluvia”: en el
'83 se vino la democracia nomás,” una democracia joven, una democracia linda, una democracia virgen y si es joven, linda y virgen, con nosotros mejor que se cuide. Fue una época de mucha pasión, de gran alegría”
de la mayoría de los argentinos, de cualquier signo político. Y la dejamos partir y con ella la utopía de vidas compartidas, de seguridad, de confianza. Y luego, hasta muchos de los tipos honestos vendieron su alma.
Y el "no me banco la mala onda” nos fue ausentando de temas que teníamos que arreglar entre todos y los dejamos en cualquier mano. Y se fue instalando la corrupción. Y en un país donde la corrupción está encarnada hasta en la fibra más íntima, la no aplicación de un castigo fue dando por finalizada la cuestión. Y nos convertimos todos en cómplices con tal que nos dejaran vivir el día a día.
En la lucha del campo parecía que recuperábamos esa pasión de un país unido, trabajador, compartiendo emociones. Fue un bálsamo. Un sentir que la democracia podía ser posible, con banderas celestes y blancas. Donde agrupaciones como la Federación Agraria se unían a la Sociedad Rural simbolizando en ese encuentro la posibilidad de trabajar juntos, por un fin común, que era el país grande para todos. Pero ese fin que se suponía que iba más allá de las retenciones, que iba en busca de un elemento nucleador, edificante, de distintas clases sociales, de distintas ideologías, unidas en el intento de crear juntos, que era una resistencia a un modelo de país que se nos imponía, resultó ser tan interesada que una vez solucionado “su” problema, volvieron a votar por lo mismo que nos dividía.
Y ahora la democracia ya no es tan joven, ya no es tan linda y ya entró en la droga y la trata de blancas y la prostitución de las conciencias.
De ahí la tristeza honda de tantos argentinos. Tan honda que ni nos damos cuenta.

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