Simeón.
Era un hombre muy raro, vestía con una larga capa que le cubría casi todo el cuerpo. No vivía en el pueblo con la demás gente, sino en las montañas, solo y apartado de todo el mundo, aunque en alguna ocasión bajaba al pueblo para coger víveres.
Al cabo de un tiempo de la llegada de este hombre sucedieron cosas extrañas: desaparecían animales. Al principio la gente pensó que eran zorros o lobos, hasta que algunos animales se escapaban. Pero llegó el día en que esas desapariciones se hicieron extrañas: un pastor cuyo perra era fiel y leal desapareció. Este hombre lo comentó en el pueblo y la gente empezó a comentar que les habían desaparecido animales de manera anormal.
Hicieron una reunión, la gente comenzó a especular: si eran chicos del pueblo vecino, si eran brujas...
Dos hermanos se ofrecieron a vigilar por la noche y ver qué era lo que realmente ocurría.
Cuando oscureció salieron de sus casas y empezaron a dar vueltas. La noche era tan oscura que casi no se podía ver y descubrieron una sombra, la siguieron con cuidado y vieron que se metía en un corral de donde salió con una bolsa y algo se movía en su interior. Siguieron la sombra hasta el álamo cerca del cementerio donde el ser sacó de la bolsa un pato y lo ató al árbol, donde hizo un ritual.
De repente la figura se volvió hacia el horizonte donde los muchachos pudieron observar una gran nube negra que se dirigía hacia ellos. La nube estaba compuesta por BUITRES, lo cual asustó más a los muchachos, ya que los buitres son aves que no pueden volar por la noche, lo que los hizo decidir salir corriendo y encerrarse en su casa.
A la mañana siguiente los chicos contaron lo que vieron. La gente del pueblo se puso muy nerviosa, pero los jóvenes dijeron: Mirad, no os preocupéis, intentemos tranquilizarnos, esta noche recoged a los animales en las casas y así el ladrón no podrá secuestrarlos.
Así lo hicieron, y cuando volvieron a salir por la noche volvieron a ver a la sombra y pero esta vez la sombra estaba inquieta, se movía de un lado a otro. Como la noche pasada volvió al árbol del cementerio y realizó el ritual, pero esta vez no había nada para sacrificar.
La mirada de la sombra y la de ellos se cruzó y muertos de pánico salieron de su escondite y se fueron.
A la mañana siguiente junto con otras personas del pueblo subieron al álamo y encontraron la capa de Simeón pero el hombre no estaba. Lo buscaron pero desapareció, nunca más se le volvió a ver.
Las historia cuenta que Simeón hizo un trato con los buitres, a cambio de que él les proporcionara un animal para comer, pero como esa noche no encontró ninguno, sólo le quedó ofrecerse a sí mismo.
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