26 oct 2014
Algo que nos haga reír.
Entre los espíritus más inquietos de hace cien años figuraba el de José
Ingenieros.
Médico, psicólogo, psiquiatra, sociólogo, filósofo, docente y escritor serían
algunos de los casilleros tildados en la ficha personal de este gran hombre
nacido en Palermo, Italia (se llamaba Giuseppe Ingegneri), que se entusiasmó
con una terapia clave para la salud: la de la risa. Estudió con detenimiento
esta expresión facial y clasificó, desde una casi imperceptible sonrisa -como
la de la Mona Lisa-, hasta la carcajada de larga duración.
En 1915 convocó a algunos amigos más unos pocos alumnos de
confianza y creó una logia particular. Una especie de Academia de la Risa a la
que llamó “Omnia”. El grupo fue creciendo porque los integrantes podían
presentar nuevos socios. La admisión se establecía una vez que el presentado
respondía ante una mesa examinadora un cuestionario redactado con buen humor.
Los escritores Oliverio Girondo, Vicente Martínez Cuitiño, Evar Méndez
(director de la revista Martín Fierro) y Horacio Ramos Mejía (hijo del padre de
la psiquiatría en la Argentina) fueron algunos de los “hermanos” de esta
divertida logia.
La actividad de los académicos de la risa consistía en hacer
bromas. Las víctimas se buscaban entre los propios integrantes de la cofradía o
entre incautos ajenos al proyecto. Las había simples y complejas. Entre las muchas
que hacían, hubo una que quedó en la historia. Los “hermanos” quisieron engañar
al mismísimo Ingenieros, presentándole a una de las personalidades políticas de
Brasil, Ruy Barbosa. Pero el fundador de Omnia se dio cuenta. Se trataba de un
empleado de la Aduana. De inmediato, Ingenieros organizó una conferencia del
Ruy Barbosa trucho. Acudieron periodistas, legisladores, sacerdotes, docentes,
abogados. La sala -fue en una biblioteca céntrica- estaba colmada. Ingresó la
eminencia y recibió la primera ovación de la noche. Uno de los confabulados dio
un discurso de bienvenida. Luego el homenajeado se largó a hablar en un
portuñol bastante convincente. Tan entusiasmada se mostraba la audiencia, que la
presentación se extendió hasta la madrugada. Las preguntas del público fueron
rigurosamente respondidas por el falso Ruy Barbosa. Hay que tener en cuenta que
entre el público había muchos integrantes de Omnia participando activamente
para darle credibilidad al acto.
Recién al día siguiente, mediante llamados telefónicos, los
inocentes supieron que habían aplaudido el discurso de un empleado de Aduana
que se sumó, por esa noche, a la corriente de la Academia de la Risa, de José
Ingenieros.
http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/category/rarezas/
(*) La ilustración es obra de Alejandro del Prado ("Calé"), humorista rosarino.
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:00 a.m.
Etiquetas: Academia de la Risa, José Ingenieros, Omnia, rarezas
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario