Una mafia se llevó a Cabezas. Otra mafia se llevó al Fiscal Nisman.
Como dice en la página de la familia de José Luis Cabezas, el periodista asesinado el
25 de enero de 1997, su crimen nos mostró la radiografía de un país
mafioso. No lo quisimos ver .El asesinato de José Luis Cabezas atravesó,
horizontal y verticalmente, toda la sociedad. Este crimen sacó a la luz todo un
tejido de corrupción que vinculaba a ministros, jueces, legisladores, las
fuerzas armadas y de seguridad con intereses de grandes grupos
económicos.
En el asesinato de Cabezas se anuda un estilo mafioso de resolver problemas
cuando los negocios y el poder de la organización sufren algún
contratiempo en su constante carrera para acumular poder y dinero. Fue un
mensaje claro para todos los que quisieran escucharlo. Para los periodistas y
reporteros gráficos que investigan y quieren hacer públicas informaciones que se
pretende queden en las sombras. Para los políticos que se oponen al accionar
mafioso, y especialmente para los hombres y mujeres comunes que, al oír estas
noticias por televisión o por radio, van sintiendo miedo y aprendiendo a
claudicar.
Pero algo falló: no contaban con que José Luis se
convirtiera en símbolo de la lucha contra la corrupción, en el estandarte de la
lucha contra la impunidad. Rápidamente encarnó en una energía de redención que
convocó a la gran mayoría de los argentinos.
El caso Cabezas demostró a
todo el país cómo las organizaciones mafiosas necesitan no sólo la impunidad
sino también la mentira. Con la impunidad pueden seguir haciendo lo que
quieren; con la mentira, dirigir la opinión y el pensamiento de la ciudadanía.
AHORA UN FISCAL NOS MUESTRA LA MISMA MARAÑA Y EL MISMO CAMINO: LA VALENTIA.
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