15 mar 2015
La mujer árbol: Wangari Maathai
Se debe comprender que la justicia económica, la equidad y la integridad
ecológica valen más que los beneficios a toda costa.
Viendo los desastres que asolaron a nuestro país en los últimos
tiempos: inundaciones, sequías, incendios forestales busqué en mis
archivos algo que
pudiera servir de inspiración para cambiar las condiciones y mejorar nuestro hábitat. Para no
despotricar al cuete, viste?.
Existe un premio tipo "Nobel" de Ecología que es
el "Premio Ambiental Goldman" . En el 2008 lo ganó el mexicano Jesús
León Santos, quien cuando tenía tan sólo 18 años, decidió cambiar el paisaje
donde vivía en la Mixteca alta, la "tierra del sol". Le llevó 25 años
pero lo logró. Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos,
desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. Había que recorrer grandes
distancias en busca de agua y de leña. Casi todos los jóvenes emigraban para
nunca regresar, huyendo de semejantes páramos y de esa vida tan dura. Logró un milagro.
Les recomiendo la lectura de cómo lo hizo en la publicación
de:
Pero como el premio Goldman era interesante busqué otros casos y me encontré con Wangari Maathai, que plantó 47 millones de árboles y que había recibido el Premio Goldman en 1991.
La lucha de la bióloga keniana aunó medio ambiente,
feminismo y derechos humanos
Recibió también el Premio Nobel de la Paz en octubre de 2004 y para celebrarlo hizo lo
que llevaba años alentando -y realizando-: plantó un árbol. Su herencia incluye
también una lección: la lucha por el medio ambiente es una suma de luchas. "La
paz en la Tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente.
Maathai se sitúa al frente de la lucha en la promoción del desarrollo
económico, cultural y ecológicamente viable en Kenia y en África". Al
recibirlo en Oslo, la que algunos bautizaron como la mujer árbol lanzó un alegato:
"La industria y las instituciones internacionales deben comprender que la
justicia económica, la equidad y la integridad ecológica valen más que los
beneficios a toda costa".
Ella logró estudiar. Luego, gracias
a una beca, se licenció en Biología en Estados Unidos. Volvió a Kenia con la
independencia recién estrenada e inició una carrera docente que la conduciría
por los peldaños del activismo.
La primera doctora universitaria en África del Este -en
1971- comenzó por dar la batalla en defensa de la libertad de cátedra en un
país que se encaminaba hacia el autoritarismo y la corrupción. Recaló en la
Asociación de Mujeres Universitarias, donde amplió su lucha. En el escalón del
feminismo entró en contacto con las mujeres del campo, cada vez más
deforestado. "Hablaban de cosas que vi relacionadas: inseguridad
alimentaria, malnutrición; falta de agua, de leña y de ingresos", explicó
a EL PAÍS en 2004. "Yo les dije: 'Si no tenéis leña, plantad
árboles". Corría el año 1977 y surgía el Movimiento Cinturón Verde (GBM,
en sus siglas en inglés). Las mujeres empezaron a gestionar semillas y a
plantarlas. Primero en sus parcelas, luego en los terrenos públicos con el
apoyo -y un pequeño pago si el árbol sobrevivía- del GBM. Cuando Wangari
recibió el Nobel su movimiento tenía organizados 3.000 viveros, atendidos por
35.000 mujeres.
La imagen de aquel arroyo limpio de la infancia siguió
siempre en la mente de la bióloga. Ya no estaba limpio. Las batallas llevaron
varias veces a la cárcel a esta activista cuya lucha -y la de sus miles de
seguidores- evitaron que se construyera un rascacielos en el mayor parque de
Nairobi o que se privatizara un espacio natural de la capital keniana para
construir chalés. El presidente Daniel Arap Moi llegó a calificar a Maathai
como una "amenaza para la seguridad del Estado". Pero el mandatario
cayó por fin y en 2002, Maathai fue nombrada viceministra de Medio Ambiente.
Era el momento de pasar al otro lado para esta luchadora que se convirtió en
diputada. Ella, que nunca se rindió ante los abusos, lo dejó dicho: "La
experiencia me ha enseñado que servir a los otros tiene sus recompensas. Los
seres humanos pasamos tanto tiempo acumulando, pisoteando, negando a otras
personas. Y sin embargo, ¿quiénes son los que nos inspiran incluso después de
muertos?. Quienes sirvieron a otros que no eran ellos". Como ella.
Argentina desforestó para sembrar soja. Argentina quema sus
bosques nativos para vaya a saber para qué emprendimientos. Hoy leí algo interesante: que la Provincia de Santa Fé sufre el mal manejo de los diques de Córdoba. Las aguas que corren por diferentes provincias deberían estar administradas con responsabilidad en forma conjunta entre las provincias involucradas y el Estado Nacional. Por eso hay que tomar estos ejemplos de trabajo en equipo y que el pueblo esté informado para sabe qué tiene que reclamar.
Vuelvo a repetir sus
palabras:
"La industria y
las instituciones internacionales deben comprender que la justicia económica,
la equidad y la integridad ecológica valen más que los beneficios a toda
costa".
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:00 a.m.
Etiquetas: Premio Goldman, Wangari Maathai
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