Desde 1983 en Argentina lo que más se resintió fue la
autoridad, el respeto y la obediencia a la ley dejó de cumplir sus
funciones básicas de prevenir, castigar y enviar mensajes simbólicos, en nombre
de una democracia bastardeada.
El respeto al otro quedó cada vez más sujeto a la libertad personal. Puedo
drogarme comprando droga “prohibida por ley” en función de mi libertad
personal. Puedo cortar calles “prohibido por la ley”, creando caos y perjuicio
a terceros en función de “mi” derecho.
Marcos Aguinis en el 2010 decía: Es la democracia la que no se entendió bien (“algunos
entendieron la democracia como sinónimo de la ausencia de ley”) y pienso si no es que en esta
“democracia” donde, manipulando la intención de las leyes, se bajaron los
controles y los valores morales, para que aceptemos como “normales” hechos que
corrompen a la sociedad.
Y es en el 2010 cuando poníamos en cuestión cuáles eran los límites de la libertad en una democracia (todavía vivía El)?.
Si
nuestros derechos se suponen llegan hasta donde se encuentran los derechos de
los demás, por qué estamos siendo avasallados por leyes irresponsables o por
jueces que nos convierten en prisioneros de los delincuentes (comunes y
políticos)?.
Y Aguinis agregaba “carecemos de libertad porque justamente no defendemos la ley
y su ausencia nos tiene a todos asustados, inquietos, nerviosos, desesperados,
sin saber hacia dónde ir.” Y que “ en una verdadera democracia, la ley no debe
darle margen a la impunidad.”
Pienso que todo lo que está pasando cese cuando termine el kirchnerismo porque está en su ADN crear el caos y avasallar.
La Dra. Carrió decía ayer que los argentinos somos violentos y que no tomamos conciencia de que somos así, violentos.
Disiento con ella porque el 80% de los argentinos no somos violentos. Somos felices cuando no hay violencia. No disfrutamos del avasallamiento. Aunque haya caras visibles cotidianas que podemos ver prepoteando o violentando. Cuando vean uno prepoteando, avasallando, miren a su alrededor, hay cientos que no quieren eso.
Solamente una ciudadanía consciente de sus debilidades y de sus problemas puede
buscar soluciones que la defiendan.
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