Jesús León se fijó el objetivo de reverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas agrícolas precolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos para convertir tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas.
Con otros comuneros del lugar, utilizando el tequio, el trabajo comunitario no remunerado, reunió a unas 400 familias de 12 municipios, creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra la principal culpable del deterioro: la erosión debido a la cría intensiva de cabras, el sobre pastoreo y la industria de producción de cal, el uso del arado de hierro y la tala intensiva de árboles que contribuyeron definitivamente a la desertificación.
Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación. A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de las escasas lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil.
Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles (durante 25 años) de especies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua.
Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades indígenas y campesinas, la soberanía alimentaria. Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región. Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el cajete, que es de las más resistentes a la sequía. Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época más seca del año, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluvias crece rápidamente.
Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca alta está restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no emigra.
Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, y plantan unos 200.000 árboles anuales. Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación..
Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas de ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que también recogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.
El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidades vecinas, que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente plantaciones masivas.
Así vemos como la mano del hombre se vuelve constructiva cuando se une en proyectos comunes que benefician a todos. Ya vimos el tema de quinoa que crece en terrenos áridos y que tiene características alimenticias integrales. Ahora vemos a gente que se une y cambia la geografía adversa con inteligencia y conocimientos milenarios.
Me gustó la palabrita: tequio. Cuánto se puede hacer!!. estoy convencida que esa es la salida para liberar a los pobres.Vamos a profundizarla, sí?.
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