En una historia anterior les conté sobre María Luisa que les leía a sus hermanos mientras ellos fabricaban escobas, porque por su trabajo no podían leer.
De esa familia salieron amantes de la lectura. Dory me ayudó a reconstruir la otra historia y hoy quiero contar la de ella misma. Sobrina de María Luisa, ella la repitió cuando su hermana dejó de ver y se tomó el trabajo de leerle para deleite de las dos. A los 92 años recitaba versos de Borges como El Ajedrez, El Golem, La Milonga de Jacinto Chiclana en su lecho de muerte, con una lucidez envidiable y el mismo placer por la lectura que la elevaba por encima de su mal. Las historias se repiten. Las virtudes se heredan.
Con estos versos termina El Ajedrez y repetía cada una de sus palabras, pero se trababa casualmente en la palabra agonía:
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Agrego una frase que rescato: por qué me enfermé?, la estaba pasando tan bien!!!. A los 92 años!! Con la alegría de vivir.
Estaba yendo a un curso para la memoria donde había hecho nuevos amigos, que la entusiasmaba como a una adolescente. Hacía la tarea. Le molestaba que en los viernes hubiera feriados porque le quitaba la posibilidad de ir al curso.
Se movía sola por la vida hasta sus últimos días.
Señores, la edad es la del alma!!!. La dignidad, ser dueña de sí misma, pedir ser tratada con respeto a médicos y enfermeras, no lo puedo reflejar en estas pocas palabras.
Feliz de haber conocido su alma.
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