19 may 2017
El hijo como Emperador
Como aquel último emperador del film de Bertolucci, muchos
hijos prontamente perciben que vienen a ocupar un lugar central en el universo
familiar. Como reyes, o como pequeños dioses, sus deseos son órdenes, se los
provee de todo objeto que ellos pidan, se jura por ellos ("lo juro por
Dalma y Gianinna", decía Maradona) como el valor supremo de la existencia
y no se les pide nada a cambio. No deben los chicos endiosados, por ejemplo,
honrar obligaciones.El niño endiosado hasta come lo que le viene en gana, sin
horarios ni un orden que provenga desde "afuera".
Se considera que ser buen padre o madre, en ese contexto, es
servirlos y darles "todo", olvidando que una dimensión del amor es
posibilitar al chico que crezca, lo que sólo es posible cuando, además de los
imprescindibles cuidado y cariño, se los ayuda con firmeza a ir asumiendo
responsabilidades, no propiciando que se acostumbren a que otros asuman las que
a ellos les corresponde.
"¿Quién soy yo para decirle a él lo que está bien y lo que está
mal?", preguntan algunos padres, creyendo que eso es otorgar libertad a un
chiquito de corta edad. "El padre/la madre, ¿quién lo hará si no?",
se les debe responder.
Es demasiado para los chicos ese lugar en el que se los ubica.
Ellos tienen que entrar en el mundo, no ser el eje del mundo ni, peor, ser la
fuente de sentido del mundo.
Si ellos son esa fuente, pasa lo que le ocurría al
mencionado emperador de la China: pareciendo poderlo todo, no podía en realidad
siquiera salir del perímetro de la Ciudad Prohibida en la que residía. Sus
deseos inmediatos satisfechos permanentemente le daban un poder sólo aparente,
ya que en realidad le era impedido tomar ninguna decisión significativa
respecto de su vida. La experiencia indica que lo mismo les pasa a esos chicos
que son tratados como deidades a las que hay que satisfacer. Ellos, al crecer,
no saben qué hacer cuando salen del perímetro de su propia "ciudad
prohibida" para enfrentar la vida "real", lo que acarrea un
sinnúmero de problemas.
La función paterna incluye ayudar a que los hijos puedan
crecer, soportar frustraciones y asumir reglas que vayan más allá de ellos
mismos. Es eso lo que les permite, a la larga, "ganar el pan con el sudor
de su frente", ese pan que nunca sabe más rico que cuando se consigue a
fuerza de labrar la propia tierra. Ciertas satisfacciones son fruto de un
logro, no de un derecho. Los derechos son innegables y todos los conocen, pero
en la actualidad se toman como derecho cosas que no lo son.
Los hechos indican que, en la medida en que los padres
encuentran sus propias convicciones y deseos, pueden encontrar otros puntos de
apoyo (que los hay) que no son sus hijos para poder manifestar su propia fuerza
sin acudir al endiosamiento de su prole. Se sabe: a los hijos hay que amarlos,
no necesitarlos, en un sentido utilitario del término.
Los hijos no deben ser otra cosa
que chicos que merecen ser guiados y tutelados, no ser puestos en el lugar
cruel del monarca que, como aquel pequeño emperador de la China, creía ser un
dios, cuando era tan sólo un chico que buscaba un lugar propio en el mundo
desde el cual emprender su camino.
Miguel Espeche Psicólogo y psicoterapeuta
Buscar en Youtube el video donde explica cómo soltar a los hijos como cuando empieza a andar en bicicleta CRIAR SIN MIEDO
Si no vieron la película se puede ver completa: El último Emperador
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:00 a.m.
Etiquetas: educación de nuestros hijos, Miguel Espeche
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