Preocupados como estamos, ante los índices de analfabetismo funcional de los adolescentes, que transitan nuestras escuelas secundarias (o no) podemos ir a la fuente para saber qué se hizo para convertir una población analfabeta en culta. No digo que se haga lo que hizo Sarmiento. Dejo a la imaginación y criterio de los que estén al frente del Ministerio el que se pongan a pensar como lo hizo él.
Si un censo da, que un 80% de la población es analfabeta, como le sucedió a Sarmiento en 1869 qué tiene que hacer?. Tirarse ante un tranvía?. No señores se fue en búsqueda de mujeres cultas para que sean maestras de maestras. Norteamericanas, ellas.
Según sus escritos, el proyecto apuntaba a trasladar más de
mil maestras. No pudo hacerlo, pero así y todo lo que hizo fue grande. Entre
1869 y 1898 llegaron 65 docentes a nuestro país-
Nueva Inglaterra, el lugar del que provienen las maestras,
era una región en ebullición cultural, donde se dieron pensamientos políticos,
sociales, económicos y culturales de los que salieron movimientos como el
antiesclavismo, el sufragismo y también las pioneras del feminismo
norteamericano. Fue a buscar lo que él cosideraba lo mejor de lo mejor.
El proyecto de Sarmiento no fue el producto de un entusiasmo
pasajero, sino que fue largamente meditado. Se dice que en 1847, cuando el
joven viajero visitó a los docentes de Massachussets Horace Mann (había armado el sistema educativo de Nueva Inglaterra) y su esposa
Mary Peabody, comenzaron a hablar de este tema que terminó de darle forma en 1864 cuando fue como Embajador.
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Mary Peabody |
Mary Peabody viuda de Mann, junto con Kate Dagget, fueron las
encargadas de seleccionar a las maestras. Se trataba de chicas jóvenes y cultas
que firmaron contratos de 3 años para trabajar en la Argentina de maestras
de maestras, es decir, para capacitar docentes en las escuelas normales que se
estaban construyendo.
Las maestras viajaron en barco durante 2 meses hasta
llegar a Buenos Aires. La comunidad norteamericana en Buenos Aires no quiso
que las chicas viajaran a lugares calificados como salvajes. Sarmiento discutió
con ellos, pero no resulta fácil convencer a tantos,
sobre todo porque en ese año en San Juan, el gobierno era derrocado a punta de pistola o en 1870 el asesinato de Urquiza, una noticia intimidante porque según los acuerdos, las
maestras recién llegadas se instalarían en Paraná para aprender durante cuatro
meses el idioma y costumbres argentinas, además de hacerse cargo de la Escuela
Normal de esa ciudad.
Más allá de las dificultades previsibles, las maestras
fueron llegando y cumpliendo con su deber, en su gran mayoría de manera
ejemplar. El trabajo no era ni fácil ni cómodo. Si bien el
sueldo prometido era muy bueno, estaban en un
contexto de dificultades e incomprensiones que hacían muy incómoda y en algunos
casos hasta peligrosa, la labor docente. Se trataba de chicas educadas, muchas
de ellas de familias de buena posición económica, que de pronto debían viajar
por estas inmensidades, asediadas por malones, bandidaje rural y, en los
centros urbanos, los peligros derivados del fanatismo religioso, los recelos e incluso
las envidias.
Esas maestras vivieron en casas con piso de tierra, sin
ventanas, sin servicios higiénicos adecuados y sin embargo no protestaron; conocieron
de la soledad, del extrañamiento, del miedo, pero no protestaron. El balance no
puede ser más elocuente: organizaron y administraron dieciocho escuelas
normales, además de promover jardines de infantes y establecer programas de
educación de excelente calidad pedagógica para su tiempo.
Las maestras normalistas hicieron patria, predicaron los beneficios
de la educación, instalaron hábitos de higiene, de disciplina escolar, métodos
de estudios fundados en la lectura, pero también en la observación de la
naturaleza.
Mujeres valientes, decididas; mujeres de talento y coraje;
mujeres que nos honran y a quienes les debemos respeto. En el Cementerio
Británico están las tumbas de cuatro de ellas: Jennie Howard, Sarah Eccleston,
Minnie Ridley y Francis Bessler. En Rosario, en
el Cementerio de Disidentes están los restos de Sarah Strong, Virginia Dosway, Clara
Gilles, Jennie Hunt, Guillermina Tallon y Mary Ann Gilles. Son, como dice una
lápida, las “American Teachers Sarmiento’s group”.
Esos son los mitos, historias ejemplares a las que uno recurre cuando tiene problemas similares, buscando el cómo se hace.
Después dicen que Sarmiento no fue un visionario. No...
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