Un mes después del lanzamiento de la primera nave espacial (Sputnik), el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschev, expresó su deseo de conmemorar el 40 aniversario de la Revolución de Octubre con la puesta en órbita del primer cohete tripulado.
Ahí aparece Laika, una pequeña perra reclutada en las calles de Moscú y que fue entrenada durante varios años para viajar a lo desconocido.
Laika había sido seleccionada entre centenares de canes porque cumplía con los requisitos físicos -menos de 6 kilos y 35 centímetros de altura-, pero también por su resistencia.
Los científicos rusos pensaban que un perro callejero acostumbrado a luchar diariamente por la supervivencia soportaría mejor los entrenamientos que un perro de raza.
"Se daba preferencia a perros de carácter reposado y con facilitad de aprendizaje", aseguró Oleg Gazenko, entonces director del programa de adiestramiento de "perros cosmonautas".
Laika superó con nota los mismos exámenes y pruebas que luego se aplicarían a los humanos.
Para satisfacer el capricho de Jruschev, el padre de la cosmonáutica soviética, Serguéi Koroliov, tuvo que improvisar sobre la marcha una cápsula espacial sin módulo de retorno.
La suerte de Laika estaba echada: la perra nunca regresaría a la Tierra y sacrificaría su vida para demostrar la resistencia de los seres vivos a los condiciones de ingravidez.
El 3 de noviembre de 1957 la agencia de noticias soviética emitió un despacho en el que comunicaba al mundo que había sido lanzada "una segunda nave espacial" (el Sputnik-2), que transportaba "un contenedor hermético con un animal en su interior".
El vuelo de la perra también permitió a los científicos soviéticos analizar los efectos de la radiación solar y los rayos cósmicos en el organismo.
Laika viajó en el interior de una cabina provista de un arnés especial para combatir los efectos de la ingravidez, bebió agua a través de unos dispensadores e ingirió alimentos en forma de gelatina.
La perra, cuyos signos vitales fueron relativamente normales durante el ascenso y la entrada en órbita, e incluso ladró varias veces durante su periplo, únicamente sobrevivió durante 5 o 7 horas, pero eso no se supo hasta 2002.
En un principio, la agencia de noticias soviética TASS informó de que Laika regresaría a la Tierra en paracaídas, para después anunciar que había muerto sin dolor tras una semana de órbita terrestre.
El caso es que la máquina de propaganda soviética temía la reacción de sus ciudadanos y del mundo entero, para quienes Laika era mucho más que un perro.
Al parecer, los científicos tenían intención de quitarle la vida tras varios días de órbita, pero un fallo técnico provocó un aumento de la temperatura en el interior de la nave y frustró sus planes.
El científico del Instituto de Problemas Biológicos de Moscú, Dmitri Maláshenko, desveló el misterio en 2002 durante un congreso espacial en Houston: Laika había muerto debido al calor y al pánico.
En todo caso, la perra rusa se convirtió en una heroína para el mundo entero y su nombre ha sido utilizado en innumerables ocasiones para campañas publicitarias, novelas, canciones e incluso una región del planeta Marte fue bautizada Laika.
Laika no fue el único "perro astronauta", ya que Belka y Strelka fueron lanzadas al espacio el 19 de agosto de 1960 a bordo del Sputnik-5.
A diferencia de su predecesora, esos dos perros regresaron a la tierra sanos y salvos.
Laika, que murió a los 10 años de edad, fue el último perro en ser enviado al espacio en una nave sin sistema de retorno.
En total, la URSS realizó 29 vuelos espaciales con perros entre julio de 1951 y septiembre de 1962, de los que 8 acabaron trágicamente, mientras los 21 restantes regresaron en paracaídas con máscaras de respiración y trajes espaciales.
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