Solemos comentar con gente de nuestra generación la dificultad de nuestros padres de demostrar afecto como se hace ahora. Ni pensar de lo que vimos en la relación de nuestros padres con los suyos (los trataban de Ud.), Siempre creí que había tenido un padre ausente. De pequeña cada vez que había que tomar un decisión él me decía: "preguntale a tu mamá, ella es la que sabe". No vino nunca a la escuela. No se ocupaba de nuestras cosas. Lo importante parecía ser darnos bienestar, buena comida y educación. Qué no es poco.!!!
Fue al escribir la historia de Carlos cuando descubrí aquello importante, que su presencia me había dejado: la alegría de vivir.
Al terminar el texto digo:
Podríamos atribuirle la posibilidad de perder el
rumbo condenado por su pasado, sin embargo con los pocos elementos que la vida
le dio formó una familia, le dio educación a sus hijas y fue feliz, que no es
poco decir.
Carlos enseñó a disfrutar de las pequeñas cosas, de la nada. A estar alegre
porque sí, a decir un chiste para hacer reir. A ser payaso (como le
decía mi madre) y a reir con el que ríe. Digamos, "una pizca de
sal en las comidas". La alegría de vivir.
Se puede pensar que ser padre presente es aquel que se preocupa por cosas básicas como darle de comer,
bañarlo o llevarlo a la cama. El que va a los actos escolares. Puede ser.
Al recordar a nuestros padres seamos indulgentes. Busquemos el lado positivo, que seguro lo tienen.
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