“Mi primer recuerdo es la imagen de mi abuelo Emilio sentado en un sillón de cuero, aislado, ausente, con un libro en la mano; parecía dormido con los ojos abiertos. Yo estoy parado ahí, en la zona más secreta de la casa, sin saber qué hacer. Tengo 4 años.
(...)
Esa tarde, sin que nadie me vea, me trepo a una silla, y bajo de una de las estanterías de la biblioteca un libro azul, después salgo a la calle, y me siento en el umbral con el libro abierto sobre las rodillas.
(...)
Yo estaba ahí, como si leyera, cuando de pronto una larga sombra se inclinó sobre mí y me susurró que tenía el libro al revés. Pienso que debe haber sido Borges, que solía pasar los veranos en el hotel Las Delicias de Adrogué, porque a quién, sino a él, se le puede ocurrir hacerle esa maliciosa advertencia a un chico de 4 años, que no sabe leer”.
“La ausencia total de literatura en mi infancia fue lo que hizo de mí el escritor que soy. Sin embargo, una biblioteca, y el acto de leer es el primer recuerdo de mi vida”.
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