Kasparov, que en 1997 era Campeón del Mundo en Ajedrez, cuenta en una conferencia en TED que jugó dos duelos de ajedrez contra una máquina: el superordenador de IBM, el Deep Blue.
Dice: Nadie parece recordar que gané el primero. Pero cuando juega el duelo de revancha en Filadelfia pierde y desde entonces el hombre recordará que el hombre perdió contra la máquina.
Yo era el Everest y Deep Blue consiguió escalarme. Bueno, hablando con propiedad, no fue Deep Blue quien consiguió esa hazaña, sino sus creadores humanos. Anantharaman, Campbell, Hoane, Hsu. ¡Chapó, señores! Como siempre, el triunfo de una máquina es el triunfo de un ser humano. Eso es algo que tendemos a olvidar cuando los seres humanos somos adelantados por nuestras propias creaciones.
Las máquinas saben calcular. Nosotros tenemos los conocimientos.. Las máquinas reciben las instrucciones. Nosotros tenemos las metas. Las máquinas son objetivas. Nosotros tenemos la pasión.
No nos deberíamos preocupar por todo lo que saben hacer las máquinas hoy en día. En lugar de ello, deberíamos plantearnos cuáles son las cosas que todavía no saben hacer, porque nosotros les debemos ayudar a aprenderlo. Las máquinas inteligentes sirven para convertir en realidad nuestros sueños más grandes. Y si no lo conseguimos, si fracasamos, no es porque nuestras máquinas sean demasiado inteligentes, sino porque aún no son lo suficientemente inteligentes. Si fracasamos es porque nos hemos contentado con lo que hay y hemos limitado nuestras ambiciones.
Hay un cosa que únicamente las personas sabemos hacer. Y eso es soñar. ¡Así que tengamos grandes sueños!. Utopías, le agrego a tan excelente disertación.
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