5 feb 2019

El hombre determina la dignidad de su ocupación.


En el primer renglón del número uno del diario La Capital del 15 de noviembre de 1867 la preocupación está centrada en la educación de los que llama artesanos. Dice que "las clases privilegiadas condenaron a las más populares a la abyección y a la ignorancia suponiendo que eso los haría más sumisos y obedientes a la autoridad de sus dueños, bajo la impresión errónea, pero general, de que la ilustración y el saber elevan al artesano sobre su propia esfera y hacen para él insoportable el trabajo manual de su oficio que considera como vil y degradante; pero los que piensan así se olvidan que el hombre toma un interés tanto mayor en su trabajo cuanto más coopera la mente con las manos en su desempeño."
"Un labrador instruido, dice,  que conoce los principios de la química agrícola, las leyes de la vegetación, la estructura de las plantas, las propiedades de los abonos y la influencia del clima; que mira su obra con inteligencia, y hace un uso práctico de sus conocimientos, trabaja indudablemente con más placer (...) que aquel que pasa la vida entregado a un trabajo manual monótono."
"Pero aún hay más, agrega. Por qué motivo consideramos el trabajo manual como bajo y despreciable asociando con él ideas degradantes y dando por supuesto que las personas inteligentes deben mirarlo con desdén’. La razón es que en la mayor parte de los países tan pocas personas inteligentes se han dedicado a él. Dedíquense una vez hombres instruidos a las labores del campo o al trabajo manual de los oficios, y una y otras dejarán de ser despreciables. El hombre determina la dignidad de la ocupación."

Diego Cabot que acaba de ganar el premio más codiciado del periodismo  de calidad, el Rey de España (enero 2019),  me sirve de ejemplo práctico de lo que dice el diario  decano de la prensa argentina:

Siempre tuve la idea de ser periodista, dice, pero como pertenezco a una familia de clase media de La Pampa, era enorme el esfuerzo que tenían que hacer para mandarnos a estudiar a Buenos Aires, por lo cual me pidieron que eligiera una carrera más tradicional que me pudiera asegurar alguna solvencia.
Eligió derecho.

¿Qué le aporta la abogacía a tu profesión de periodista?-

Me sirve para entender algunas cuestiones de las áreas en las que trabajo: relación del Estado con proveedores y el funcionamiento de los servicios públicos. También para clarificar el fondo de lo que escribo y para tener un diálogo más profundo con las fuentes. Me sirve mucho. El nivel de diálogo es distinto cuando se dan cuenta que dominás bien un tema. La conversación ya se establece en un nivel técnico mucho más alto y detallado. No me tienen que explicar qué es un juicio, una demanda y una sentencia. En el caso particular de los cuadernos me sirvió para ponerme en la cabeza de los denunciados y procesados, y poder así anticiparme a las jugadas de todos, funcionarios y empresarios.

La instrucción no requiere que sea sólo sobre el trabajo que uno realiza. Un periodista abogado que trabaja en asuntos judiciales no es lo mismo que un periodista que estudió de periodista. Nunca hay  que dejar de estudiar e investigar fuera del tema que uno esté tratando. Todo sirve y dignifica. Sólo el estudio lo hace. Un país educado no es lo mismo que otro que deja criar a los niños como yuyos sin abono. Dominar el tema es lo que da la dignidad del trabajo.

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