En la mitología griega el Rey Minos,
de Creta en su irrefrenable deseo de venganza impuso penas terribles
a Atenas . Durante 9 años, los atenienses debían enviar a la isla
de Creta a 7 jóvenes y a 7 doncellas, para ser devorados por el
minotauro (mitad hombre y mitad toro), que vivía en un laberinto,
cercano a Cnosos, capital de Creta.
Al tercer año, el hijo del
rey ateniense Egeo, llamado Teseo, se ofreció voluntariamente, pues
se consideraba capaz de enfrentar y dar muerte al minotauro.
Al
enterarse el Rey Minos, expresó:- te diré que, aunque mates al
minotauro, jamás encontrarás la salida del laberinto.
-No me
importa- respondió el joven Teseo, me basta con matar al monstruo y
ser útil a Atenas.
Ariadna (hija de Minos), secretamente, por
la noche se acercó al joven y le entregó un puñal y un ovillo de
hilo, diciendo:-Con este puñal mágico, podrás atravesar el corazón
del minotauro, y si sigues el hilo de este ovillo podrás hallar la
salida. Agradecido quedó el joven Teseo, y penetró en el laberinto,
desenvolviendo el ovillo de hilo hasta enfrentarse con la bestia.
Después de ardua lucha, logró atravesar el corazón del minotauro.
Rescató a sus compañeros, con los que emprendió el camino de
regreso siguiendo el hilo. Fue aclamado por la gente de Cnosos por
haberlos liberado del monstruo y Teseo, victorioso, regresó a
Atenas en su nave con las velas desplegadas.
Ésta
es la famosa historia del laberinto. La enseñanza en sí, puede ser,
que en la vida nos encontraremos siempre con ellos, pero no deben ser
trabas para lo que queremos hacer, siempre habrá alguien que nos
ayude a salir. Esperando el hilo de Ariadna.
El
problema está cuando el laberinto, los impedimentos para salir, lo
construye uno mismo. Posiblemente alguien pueda arrimarte el hilo
para salir, pero el rescatado es el mismo que está encerrado y él
es el único que autoriza a ser sacado de su propio encierro. Así veo al pueblo argentino. No busca ni el hilo de Ariadna, se enreda en sus mismos hilos.
Hasta puede ser el laberinto que describe Borges en "Los dos reyes y los dos laberintos":
Cuentan los hombres dignos de fe (pero
Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de
Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó
construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más
prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían.
Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son
operaciones propias de Dios y no de los hombres.
Con el andar del
tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia
(para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar
en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la
declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con
la puerta.
Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al
rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si
Dios era servido, se lo daría a conocer algún día.
Luego regresó
a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos
de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos,
rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de
un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le
dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en
Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas
escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te
muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que
forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el
paso.”
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad
del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con
Aquél que no muere.
Ese laberinto donde NO HAY ESCALERAS QUE SUBIR, NI PUERTAS QUE FORZAR, NI FATIGOSAS GALERÍAS QUE RECORRER, NI MUROS QUE TE VEDEN EL PASO...
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