Un día el pueblo A encontró que sus plantas se marchitaban y que el agua con el que regaban sus cultivos estaba contaminada..El pueblo B aprovechó la oportunidad y aumentó sus precios en los mercados, fuertes ganancias.
El pueblo A empezó a sospechar del B, en principio porque envidiaban que a los otros les fuera bien. Y es así que pensaron que podrían estar contaminando su agua para enriquecerse a costa de ellos. Era la única explicación. Decidieron tomar sus tierras a la fuerza. Así se vengarían y contarían con agua no contaminada. El pueblo B se tuvo que mudar a territorios lejanos y empezar de nuevo.
El pueblo A, que ahora ocupaba las tierras sembradas por sus vecinos empezó a prosperar. Pero al poco tiempo las plantas empezaron a morir y descubrieron que otra vez la causa era el agua contaminada del pozo. Ahora no tenían a quién echarle la culpa.
Como no había culpables aparentes, investigaron las causas a fondo y se sorprendieron al descubrir que ellos mismos contaminaban su propia agua con las sustancias químicas que usaban.
Esta historia es una buena analogía de cómo las personas actúan sin ser conscientes de cómo sus actos afectan la cultura. El agua subterránea es un elemento vital para que los campos puedan dar buenas cosechas. De manera similar la cultura, que normalmente es subterránea (no somos conscientes de ella) tiene un impacto enorme en los resultados de la organización de un país.
David Fischman narra esta historia en “Cuando el liderazgo no es suficiente” (referido a las empresas) considerando la necesidad del desarrollo de la inteligencia cultural en sus líderes, por la importancia que la cultura tiene en los resultados. Todo un tema, no?. Parece que nuestros líderes están contaminando nuestra cultura. Aunque en realidad, no tengo la menor duda.
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