7 nov 2019
Una veleta se mueve según los vientos...
Lo que digo es una obviedad. Pero en la Alhambra no era un simple muñequito de metal porque por los cambios de los vientos podían suceder hechos inesperados, anunciar cambios históricos.
Washington Irving en sus“Cuentos de
la Alhambra” describe “La Casa del Gallo de viento” que se
encontraba en la cima de la alta colina del Albaicín, la parte más
elevada de Granada, enfrente mismo de la Alhambra, llamada así por
una figura de bronce en una de sus torrecillas, que representaba un
guerrero a caballo y que giraba a todos los vientos (como con
cualquier pequeño movimiento del aire el caballo gira, los moriscos
le dicen Dic-roh, que quiere decir gallo de viento, porque el gallo
gira su cabeza de esa manera). Esta veleta fue considerada por los
musulmanes de Granada como un talismán.
Irving
cita diferentes fuentes e interpretaciones: para unos esta efigie era
un aviso perpetuo para los musulmanes del Andalus, puesto que,
rodeados de enemigos, su seguridad dependía de estar siempre alertas
y dispuestos al combate.
Para otros la veleta se interpretaba como
continua advertencia de la inestabilidad del poder musulmán.
Otra
versión: el jinete, aunque un cuerpo sólido, gira a todos los
vientos. Esto, para el sabio, revela un misterio. En poco tiempo
sobrevendría una calamidad que destruiría al palacio y a su dueño.
En
efecto, no había transcurrido mucho tiempo de esta polémica en
torno a la veleta portentosa y ocurrió lo siguiente, según cuenta
Irving:
Cuando el viejo Muley Abul Hassan, rey de Granada,
estaba en cierta ocasión sentado bajo el suntuoso dosel, pasando
revista a las tropas desfilaban en su presencia con sus armaduras de
bruñido acero y sus vistosos uniformes de seda, montadas en veloces
corceles y provistas de espadas, lanzas y escudos repujados de oro y
plata (es decir, con todo su poderío), estalló de repente una
tempestad que se había precipitado desde el Sudoeste. Rápidamente
se oscurecieron los cielos con negras nubes que descargaron un
diluvio de agua. Los torrentes bajaban rugiendo desde las montañas,
arrastrando rocas y árboles; el río Darro desbordó sus orillas;
los molinos fueron arrasados, destruidos los puentes y desolados los
jardines; la inundación llegó a la ciudad, socavando las casas,
ahogando a sus moradores y anegando, incluso, la plaza de la Gran
Mezquita. La gente, aterrada, se dirigió a las mezquitas, implorando
el perdón de Alá, interpretando esta conmoción de los elementos
como presagio de espantosas calamidades. Efectivamente, según el
historiador árabe Al Makkari, fue aquello señal y preludio de la
espantosa guerra que concluyó con la caída del reino musulmán de
Granada.
Subo esta hermosa foto de una veleta de Perpignan, un ciudad del sur de Francia. para augurar buenos vientos.
Publicadas por Stella Maris Coniglio a la/s 12:09 a.m.
Etiquetas: veleta, Washington Irving
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