Como dice el tango "Aquaforte" : cuarenta años de vida me encadena, blanca la testa, viejo el corazón. Hoy puedo mirar con mucha pena lo que en otros tiempos miré con ilusión. En esa época el promedio de vida era de CUARENTA AÑOS. No existía el antibiótico. Se morían por una infección en una muela. Ahora la gente se tiñe, se borra las arrugas, hace gimnasia, tiene músculos y encontrás a quienes con cien años corren una maratón, con ochenta juegan al tenis, con más de noventa dirigen un programa de televisión.
En el 2000 me di cuenta que algo había cambiado. Lo conté en otra oportunidad. Estando en Río de Janeiro una artista de noventa años empezaba un ciclo de humor y asombraba con su chispa y su agilidad física. Después supe que lo sostuvo varios años más.
Pero el espejo es tramposo. Como nos vemos todos los días no notamos nuestros cambios. Los demás, sí. A las personas queridas no les vemos la edad porque nos comunicamos con el alma y esa siempre es adolescente.
Conozco personalmente y admiro, a una mujer que con noventa años maneja su auto, se fue a vacunar sola , hace las compras en su auto, y se hace la comida los miércoles para toda la semana. Eso no es sólo amar la vida, también es amar la libertad. Ojalá pudiera igualarla.
Como broche, a lo mejor no tiene nada que ver, pongo a Gaturro porque me pareció divertido:
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