La pregunta que reiteradamente aparece en las mesas de cada día es: ¿cuánto falta para dar vuelta esta página amarga de la historia nacional?
Sin embargo, los argentinos también estamos alertas para no padecer una nueva frustración. El tejido social, y la vida de cada uno, están bastante heridos como para alentar –una vez más—la ilusión maligna de que vendrá algún mago a arreglar todo con dos o tres pases de prestidigitación.
La sensación de que tal vez nos esté esperando un mañana mejor y reparador, se sostiene en tres pilares que se perciben con solo estar alertas a los mensajes que vienen desde el fondo del alma argentina.
El primero, y tal vez el más importante de esos pilares, es la certeza de que no podemos seguir construyendo nuestras vidas atados a la mentira. En mis recorridas por todo el país me he encontrado con ciudadanas y ciudadanos de a pie que piden por favor que los políticos les hablemos con la verdad, aunque duela.
Muchos de ellos están dispuestos a sacrificarse pensando en las próximas generaciones, pero reclaman que los dirigentes políticos y los funcionarios públicos les hablen con la verdad y les muestren con crudeza en qué punto real estamos, antes de encarar un gran esfuerzo colectivo para sacar el país adelante.
El reclamo popular contra la impunidad está absolutamente relacionado con ese compromiso con la verdad. Fueron demasiados años de una narrativa excluyente que envenenó la vida pública argentina, corrompiendo, sobre todo, la capacidad de reacción de los argentinos frente a un modelo que nos ataba al pasado y nos negaba el futuro. Ahora es el tiempo de afirmarnos en la verdad, aunque sea dura y amarga, para saber qué fondo estamos tocando,antes de empezar a resurgir.
Pero dicho deseo de reconstruir nuestro hogar nacional sobre bases sólidas, no alcanza para llevar a nuestra Patria hacia un nuevo amanecer, después de esta larga noche de frustraciones que estamos padeciendo. Para cumplir esa tarea es necesario convocar a los ciudadanos a movilizarse en torno a dos banderas que han hecho grande a la Argentina en el pasado: la épica del esfuerzo y la ética de la austeridad.
Hace falta reconstruir la épica del esfuerzo de nuestros padres y nuestros abuelos. Esa vida cotidiana donde la certeza de que el trabajo honesto, la constancia y el esfuerzo, eran los únicos elementos que podían asegurar una vida digna. Y al mismo tiempo, hace falta una ética de la austeridad, porque después de tantas décadas de corrupción y de distorsiones, es imprescindible que aquellos que asuman la carga del servicio público, sean capaces de
conducir con el ejemplo.
Dicha ética de la austeridad también hace falta en la vida cotidiana de los ciudadanos de a pie, porque nuestra Argentina no es un país rico. En todo caso somos una Nación a la cual podemos enriquecer y engrandecer. Pero ello únicamente sucederá si dejamos de aceptar la tiranía de las mentiras convenientes y empezamos a renacer sobre la base del ejemplo de los que estamos dispuestos a dejar todo de lado, con tal de garantizar a nuestros hijos y a nuestros nietos que, tras décadas de esfuerzos, podrán vivir en un país mejor.
El 10 de diciembre de 2023 Argentina volverá a respirar. Las medidas serán inmediatas y generarán un shock de esperanza y de libertad.
Eliminaremos los cepos de la economía, le quitaremos los privilegios a las mafias y brindaremos a las fuerzas de seguridad todas las herramientas necesarias para que dejemos de vivir con miedo. Otro país es posible, y el cambio de rumbo, está cada día más cerca.
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