En 2022, la deforestación del Amazonas alcanzó su máximo en los últimos seis años, con la pérdida de cuatro mil kilómetros cuadrados de selva en el plazo de seis meses. Por situaciones como esas, además de los habituales esfuerzos de protección medioambiental, empiezan a ser necesarias labores de reforestación que reviertan el daño con una filosofía regenerativa Una de esas iniciativas es la llevada a cabo por una empresa sueco-suiza en colaboración con una oenegé que trabaja sobre el terreno en la Amazonía peruana. Su estrategia ha pasado por recurrir a la robótica y la computación en la nube para combatir la deforestación de más de veinte mil hectáreas de jungla.
El sistema de trabajo consiste en utilizar un robot autónomo, que los desarrolladores describen como “el más remoto del mundo”, instalado en un laboratorio en la selva que utiliza energía solar obtenida de unos paneles fotovoltaicos para sus operaciones. El robot consta de dos brazos que le permiten abrir una pequeña oquedad en un saquito biodegradable con tierra, tomar una semilla, introducirla, y luego tapar y compactar la tierra. Cada saquito luego se planta en zonas deforestadas. Según los impulsores del proyecto, el robot permite plantar hasta seiscientos árboles en una mañana, el equivalente a dos estadios de fútbol.
Paralelamente, un equipo de ingenieros evalúa los resultados a doce mil kilómetros de distancia, en Suecia, gracias a un sistema de computación en la nube. Así, pueden afinar el funcionamiento de la máquina e introducir las modificaciones necesarias. Los desarrolladores lo han bautizado como “cobot”, ya que es un robot colaborativo al servicio de la sostenibilidad.
El robot que planta árboles en el Amazonas no es la única tecnología avanzada que se está empleando en la reforestación. En los últimos años han aparecido varias empresas que están desarrollando soluciones orientadas a la utilización de drones para plantar semillas. Una de ellas, con sede en Australia, ha desarrollado un sistema que combina drones e inteligencia artificial para plantar hasta 40 000 semillas diarias, con el objetivo de llegar a los cien millones en 2024.
Los drones empleados vuelan de forma autónoma a las zonas previamente designadas, ya sea por problemas de desertificación o afectadas por incendios, y lanzan cápsulas sobre el terreno con la suficiente fuerza para que queden semienterradas. Las cápsulas están fabricadas con biomasa procedente de residuos orgánicos, lo que permite proteger las semillas de pájaros e insectos de forma sostenible. Además, contienen los nutrientes necesarios para las primeras fases de crecimiento de las plantas. Por último, los drones registran las coordenadas de las semillas lanzadas, lo que posibilita monitorizar su crecimiento posteriormente y visualizar con facilidad las áreas ya cubiertas.
Mientras, en EE. UU., otra empresa está utilizando enjambres de drones de gran tamaño con una carga de hasta veinticinco kilogramos, para distribuir plantones de árboles. El equipo detrás de la compañía afirma que pueden comenzar sus labores de reforestación apenas transcurrido un mes desde un incendio. Este tipo de estrategias son cruciales para acelerar la recuperación de terreno forestal, ya que un bosque puede tardar hasta un siglo en lograrlo bajo circunstancias normales y se corre el riesgo de que las lluvias arrastren el manto fértil y se inicie un proceso de desertificación.
Los responsables de la compañía afirman que los incendios solían dejar semillas en las copas de los árboles y en el terreno, pero las elevadas temperaturas registradas en las olas de calor de las últimas décadas están derivando en incendios mucho más feroces y destructivos que no dejan semillas con vida. Además de reforestar de manera más veloz, el uso de drones también permite alcanzar zonas agrestes y escarpadas donde las labores manuales son difíciles o prácticamente imposibles.
Fuente: en Twitter
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